Lloro cuando nos marchamos como dos desconocidos. (Sólo querés escribirme desde lejos y a veces dejo que las cartas se agolpen en el buzón). Otra vez ha pasado: estoy viva con todas las letras. Salir del lodo, vestir santos, no quedé muy herida después de las desapariciones temporarias de Lucas y de los sinsabores que H tiene por llevar y traer como el hombre de los lobos por la inmensidad del polo.
Autosuficiente hasta para el anclaje y ¡qué difícil es escaparle al estereotipo de la melancolía!
Los fantasmas dejan de crecer, ya compran su tabaco por su cuenta y se escabullen inevitablemente ante mi moción de luto.
Tengo la llave en mis manos, nada me impide ser V sola o V con compañía. Él sabe que necesita cambiar. Lo puedo imaginar susurrando apenas una canción por la mañana mientras se desayuna de pie y sigue mirando las fotos en donde todavía cae sobre mí con total languidez.
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