Cuando V conoció a Lucas quedaron atrás todos los motivos que se había autoimpuesto para pasar sin justificación alguna por lo de H. Ella lo hacía periódicamente, buscando pretextos ridículos: intercambiar discos de vinilo y libros.
V conoció allí a los dueños de las boticas cannábicas, a los dealers y a algunos hippies que habían traído semillas en sus culos desde la India.
El mundo era un enorme puñado de pastillas que borró de la memoria a H. Lo vio algunas veces más cuando buscaba viejos ejemplares de “Life” y ya V no quería una vida de desarreglos.
Mark y Fidelia se encargaron de ser las perlas irregulares que le presentaran a Lucas, que usaba pantalones prestados y en un atípico sitio despoblado de árboles refrotaron sus cuerpos.
H es portador de correspondencia esporádica de V, cada una de sus cartas es campo minado, no es que no le gusten, simplemente no las entiende.