Querido M:
Quién escribe cartas hoy en día. Lo sabemos. Pero escribir ayuda, porque escribir es ver. Escribir es darse cuenta, poner las cosas en claro. Ha habido momentos de oscuridad. La tarde declina más allá de la ventana. La luz deja un extraño aroma a azahar en esta provincia. No sé si lo recuerdas. La noche se extiende por el papel, escribo, tacho, remedo, una tras otra cada palabra. Nunca se me dio bien. V. y tú bien que os reíais cuando le escribíamos a S. Entra la noche por mis pulmones, la aspiro, inhalo noche, exhalo noche. El silencio acrecienta el vacío de mi corazón. Ni siquiera los coches pasan, todo está imbuido en una extraña sensación de quietud y de vacío. Pero el vacío está lleno de la noche, de esa noche farragosa que no deja lugar para otras cosas. Noche de los sentidos y de la razón.
Tanto tiempo sin escribirte. Te preguntarás por qué te escribo precisamente ahora. Por qué escribo así, y no sé cómo decírtelo. Tal vez me esté escribiendo a mí mismo. Pero es así como la noche me permite escribir. Me permite dejarte la sensación pero no el hecho, la anécdota que lo desencadena. Tal vez pueda al final relatarte los hechos.
Tal vez cuando salga el sol.
A la espera del alba, Lucas.
P.D.: ¿Encontraste las señas de V.? Encontrarás sus viejas cartas en el cajón de la cocina.
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