Deserías que Lucas no hubiera pasado por tu vida. Lo desearías. Porque Lucas nunca ha hecho nada de provecho al menos para los demás. Y no es que sea egoista, tampoco es eso, es algo más complejo y a la vez más sencillo: Lucas vive, pasa por tu vida, te incendia pero no te dice qué hacer con ese fuego.
Yo lo conocí algunos años más tarde. Al escribir esta frase he sentido algo extraño. Más tarde. En realidad más tarde de todo. Pero el tiempo iba, como ahora, por qué negarlo, en función de una subjetividad que la edad acrecienta. Tiempo y Lucas son cosas que no casan. Porque Lucas a su manera es capaz de abolir el tiempo, de hacer que los paréntesis se dilaten y que lo que era una pequeña digresión termine siendo el argumento, el hilo conductor, el corazón de la vida. Como un globo que hinchas y que de pronto en el momento de máxima tensión se suelta.
Como aquella primavera. En Altea. Cerca del sol. Hasta que nos quemamos.
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