domingo, 12 de junio de 2011

Interferencias entre Lucas, H y V.

Lloro cuando nos marchamos como dos desconocidos. (Sólo querés escribirme desde lejos y a veces dejo que las cartas se agolpen en el buzón). Otra vez ha pasado: estoy viva con todas las letras. Salir del lodo, vestir santos, no quedé muy herida después de las desapariciones temporarias de Lucas y de los sinsabores que H tiene por llevar y traer como el hombre de los lobos por la inmensidad del polo.
Autosuficiente hasta para el anclaje y ¡qué difícil es escaparle al estereotipo de la melancolía!
Los fantasmas dejan de crecer, ya compran su tabaco por su cuenta y se escabullen inevitablemente ante mi moción de luto.
Tengo la llave en mis manos, nada me impide ser V sola o V con compañía. Él sabe que necesita cambiar. Lo puedo imaginar susurrando apenas una canción por la mañana mientras se desayuna de pie y sigue mirando las fotos en donde todavía cae sobre mí con total languidez.

miércoles, 8 de junio de 2011

Entrevistas con seres casi anónimos: Anna


Deserías que Lucas no hubiera pasado por tu vida. Lo desearías. Porque Lucas nunca ha hecho nada de provecho al menos para los demás. Y no es que sea egoista, tampoco es eso, es algo más complejo y a la vez más sencillo: Lucas vive, pasa por tu vida, te incendia pero no te dice qué hacer con ese fuego.

Yo lo conocí algunos años más tarde. Al escribir esta frase he sentido algo extraño. Más tarde. En realidad más tarde de todo. Pero el tiempo iba, como ahora, por qué negarlo, en función de una subjetividad que la edad acrecienta. Tiempo y Lucas son cosas que no casan. Porque Lucas a su manera es capaz de abolir el tiempo, de hacer que los paréntesis se dilaten y que lo que era una pequeña digresión termine siendo el argumento, el hilo conductor, el corazón de la vida. Como un globo que hinchas y que de pronto en el momento de máxima tensión se suelta.

Como aquella primavera. En Altea. Cerca del sol. Hasta que nos quemamos.