domingo, 20 de marzo de 2011

Carta de V, 20 de Marzo de 2011

  No sé por qué viene a la memoria contar esto. Era un plebeyo en el mundo del circo, tomaba antidepresivos, se enfundaba en un traje amarillo y levantaba un coche con una mano. Faltó poco para que la cantante de "Electric yeats" que hacía un numerito mientras cambiaban la escenografía y barrían la arena, lo engañara con el repartidor de Pepsi que se paseaba por las plateas.
Desde ese momento le declaró la guerra el entristecido plebeyo, comenzó a engordar y su fuerza no fue más que un envejecimiento neuronal prematuro que lo llevaron a dedicarse a entrar y salir de un cine porno diferente, según el circo se mudaba de ciudad. Democráticamente, lo soportaron un tiempo, pero entre las ventajas y desventajas que traía optaron por decirle adiós en un paso de frontera.
A la cantante le dijo:- Si yo muero, vos seguirás cantando.
Se supo que ella no le contestó nada y aceptó la histérica confesión tan íntima como un adiós.
No es para absolverla, ya ví que era una zorra pop pero él era un adicto irreparable de los que se atragantan con sushi, nutella y barras de avena y chocolate negro y metabolizan todo como si hubiesen comido un elefante.
Recordé esta anécdota por lo de "haber contado mi razón..."
Los circos parten...dicen que el plebeyo terminó limpiando un bar llamado SIGLO XX y desplegando una actividad pugilística por las noches.
Pensé:-¡Qué no se repita!

Saludos de una peregrina, usted tiene la última palabra.

V

martes, 15 de marzo de 2011

Carta de H, 15 de marzo de 2011

Querida V:

Reversible. Así es como he sentido tu carta. He cerrado los ojos y he sentido esa lluvia, esta lluvia de ti. Te he visto doblando la hoja, humedeciendo el borde engomado del sobre, cerrándolo. He notado la presión del bolígrafo al escribir el remite, cierta nostalgia de mí, de aquellos que están lejos, pero que están, y luego el cuidado, el deseo de que la letra demuestre al amor que la caligrafía es un arte de afectos, un cuidado de mí. De ti.

Luego he reescrito al revés tu carta. Te he dicho adiós, te he contado mi razón de vida, te he saludado. He puesto la fecha y me he quedado en la intención, en el deseo que mueve todas las cartas.

Dice Pessoa que todas las cartas de amor son ridículas. Espero que ésta también te lo haya parecido.

H.

domingo, 6 de marzo de 2011

Carta de V , 6 de Marzo de 2011

  A veces llueven cosas que no son certezas, a veces las telas encojen con esas lluvias, cuando nos olvidamos de sacar la ropa de la soga.
  A veces llueven las fotos que nunca rebelé de aquellos días invisibles, a veces llueve a mi alrededor una lluvia mansa como vaca y otras veces desconozco la masacre que dejé en mi jardín.
Los yuyos crecen verdes, fuertes y en silencio, nosotros escapamos de sus movimientos.
  A veces hay cierta sutileza en tus palabras de vuelta y no comprendo si eso ahuyenta o condena.
Debería intentar que llueva una eternidad para ponerme como excusa no dejar de escribirte.
  A veces hay una gran culebra entre mis manos por eso no llego, no es que no quiera, es que la lluvia se ha situado en Babilonia y es allí donde vivo, pero sólo balbuceo.
Estoy comenzando con los idiomas, aunque siento a los demás como si me comprendieran.

Este cadáver sin urgencia espera respuesta.

V

jueves, 3 de marzo de 2011

Carta de H, madrugada del 4 de marzo

Lo escribí sobre una caracola. De pronto se me agolparon las ideas. Como ahora, tenía un montón de cosas que decir. Ayer fue tres del marzo. ¿Te acuerdas? La cabeza me hierve, pero tengo que dormir. Tendré que dormir. De pronto noto como el cansancio viene por un río desde el fondo de la noche, desde el fondo del pasillo, pero es un río oscuro de aguas oscuras, un pasillo largo y tedioso por el que no termina de llegar.

Lo recuerdo con claridad. Lo escribí sobre un folio con una caracola dibujada. Ahora veo con claridad por qué lo hice, lo hice para que todo el mundo lo supiera. Lo he encontrado mientras ordenaba el estudio, que ha quedado vacío desde la marcha de Lucas. ¿Te acuerdas? Eran jóvenes y me habían pedido unas palabras para su boda. Di vueltas como el agua que brota de un manantial a borbotones, sin cauce, todo torrente, porque no supe decir que no. Al final escribí con urgencia sobre aquel folio con una caracola dibujada. Sé que te cabreaste. Estuviste toda la tarde coloreando aquellos trazos para que luego llegara yo y urgido por la premura de la memoria o tal vez de la no memoria escribiera sobre tu dibujo. Pero también vi tu sonrisa, tu leve mueca de aprobación después. 

Ahora que es agua pasada la caracola dirá su palabra como una canción de arena:


Con la marea de los buenos sentimientos,
con la suave inclinación de las palabras
sobre el oído cálido
que era una caracola,
con gravedad, igual que giran los planetas
unos sobre otros,
con esa rotación de cuerpos que se atraen,
de caras nuevas que se incendian de una forma
elemental,
conforme al hilo del amor,
con todo aquello que una vez se ha dicho
es verdad para siempre y para todos.

Así de esa manera tan sencilla,
― caía lentamente como un sueño
la noche de verano― como dos mitades
con su haz de luz y su haz de sombra,
su envés y su revés, su cara y cruz,
se encontraron el uno frente al otro,
las manos silenciosas,
los ojos constelados,
completándose,
en una melodía encadenada.